Punto de partida
La ponencia que aquí se presenta forma parte de una serie de investigaciones previas acerca de la apropiación social de medios masivos de comunicación, discursos mediáticos y Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC). La noción de apropiación que hemos elaborado a lo largo de esos estudios se refiere a las prácticas a través de las cuales los sujetos (individual y colectivamente, desde las organizaciones sociales, políticas y sindicales), habiendo realizado una elucidación crítica acerca de las determinaciones económicas, tecnológicas, sociales e ideológicas que imponen los medios de comunicación y TIC presentes en su contexto inmediato y los discursos que ellos vehiculizan, expresan en la creación y uso de nuevos medios y discursos, su deseo y libertad de manifestar sus propias necesidades, convicciones e intereses, en el marco de la construcción de proyectos de autonomía individual y colectiva.
La elaboración y análisis del concepto de apropiación (relativamente ausente por otro lado en los estudios de comunicación) nos ha llevado a la formulación de los principales aspectos o dimensiones que intervienen en dicho proceso, que al decir de Thompson (1998), se diferencia claramente de la etapa de la recepción mediática. Estas dimensiones son: disponibilidad, acceso, conocimiento, reflexividad, competencia, elucidación, interacción, interactividad, uso y proyecto. Las dos primeras (disponibilidad y acceso a diversidad de medios, discursos y tecnologías), se constituyen en condición de posibilidad de los procesos de apropiación mediática.
Referencias teóricas
Desde el punto de vista de la reflexión teórica, nuestra perspectiva recibe los aportes de autores como Michel de Certeau, Stuart Hall, Roger Silverstone, Roger Chartier y John Thompson. En sus trabajos, afirman que la relación que los sujetos establecen con los discursos en general, y los mediáticos en particular, se enmarcan en posibilidades subjetivas (ligadas a la capacidad de ofrecer resistencias/negociaciones con el orden social) y objetivas (vinculadas al contexto en que la apropiación tiene lugar).
En esa línea, también nos parece igualmente valiosa la propuesta de Michel Foucault. Como él lo define, su propio objeto de estudio no son los códigos con que se realizan los discursos, sino los sucesos que los rodean: aquellos que los han hecho posibles, las condiciones de su singular emergencia y su correlación con otros sucesos anteriores o simultáneos, discursivos o no. Con lo cual, lo que se juega en la producción, circulación y recepción de discursos mediáticos, como un tipo de discurso específico y característico de la sociedad contemporánea, no son sólo las reglas de su construcción, sino las condiciones socio-históricas que definen los límites y las formas de la decibilidad, los límites y las formas de la conservación, los límites y las formas de la memoria, los límites y las formas de la reactivación, y los límites y las formas de la apropiación:
¿Qué individuos, grupos, clases, tienen acceso a un tipo determinado de discursos?; ¿cómo está institucionalizada la relación del discurso con quien lo pronuncia, con quien lo recibe?; ¿cómo se señala y se define la relación del discurso con su autor?; ¿cómo se desenvuelve entre clases, naciones, colectividades lingüísticas, culturales o étnicas, la lucha por la apropiación de los discursos? (Foucault, 1991:57-58)
Esos límites y esas formas (de la decibilidad, de la conservación, de la memoria, de la reactivación y de la apropiación) estarán atravesadas, como lo venimos diciendo, por la disponibilidad y el acceso a diversidad de medios y discursos.
Por otro lado, Roger Chartier (1993; 1996), en la línea de Michel de Certeau, aludiendo a los lectores de textos en sus diversos soportes, sostiene la teoría de que no sólo no existe texto fuera del soporte, sino que tampoco es posible la comprensión del texto desligada del formato que lo contiene, como así también de la especificidad de la historia de su género, su relación con otras producciones culturales y con la totalidad social en la que se generan; esto es, la socioeconómica o política. Así, Chartier entiende la apropiación enmarcada en “una historia social de usos e interpretaciones, relacionados con sus determinaciones fundamentales e inscriptos en las prácticas específicas que los producen”. E insiste en prestar atención “a las condiciones y a los procesos” de toda operación de construcción de sentido, puesto que no hay categorías invariantes, sean filosóficas o fenomenológicas, sino que la construcción de sentido debe pensarse y constituirse en la “discontinuidad de las trayectorias históricas” (Chartier, 1996: 53)
Para nosotros, la inquietud por la apropiación de los medios de comunicación y las TIC se relaciona con la convicción de que “la tecnología es el espacio donde se desarrolla una pugna (aunque con frecuencia desigual) por el control: por el control de sus significaciones y por el control de su potencia” (Silverstone, 1996: 141). En ese marco, el problema reside no solamente en la disponibilidad y el acceso a ella, sino también en la apropiación de sus significaciones y su potencia. Ya el propio Silverstone señala la condición de doble articulación presente en la televisión y que hace extensiva a las tecnologías comunicacionales en general. Esta doble articulación se refiere a que los medios y tecnologías poseen un nivel de significación en tanto objeto (significación que también se inscribe en los discursos sociales acerca del objeto) y un nivel de significación en tanto medios: sus discursos, sus narrativas, sus retóricas, sus géneros. Las tecnologías comunicacionales están doblemente articuladas a la cultura y la sociedad, a través de los significados atribuidos a los objetos en tanto tales, y de los significados que ellos transportan.
La apropiación de este segundo nivel de significados es la resultante de la primera apropiación de la tecnología como tal. Silverstone emprende un análisis acerca del consumo de la televisión que, en principio, asimila a procesos de domesticación de las tecnologías vinculada con la apropiación de las mismas:
[la domesticación de la tecnología] denota la capacidad de un grupo social (una casa, una familia, pero también una organización) para apropiarse de los artefactos tecnológicos y los sistemas de transmisión e incorporarlos a su propia cultura –sus propios espacios, sus propios tiempos, su propia estética y su propio funcionamiento–, para controlarlos y para hacerlos más o menos “invisibles” dentro de las rutinas diarias. (Silverstone, 1996:169)
Apropiación mediática: disponibilidad y acceso
La apropiación representa el proceso del consumo en su conjunto, y el momento en el que un objeto pasa a ser propiedad de alguien, es decir, traspasa el umbral del circuito formal de intercambio (el mercado) para entrar a formar parte de la economía moral, la economía del valor simbólico que tiene el objeto para el sujeto. Es poseer, ser propietario del objeto, pero que no termina allí, sino que en la apropiación se pone en evidencia una tensión entre el valor atribuido por el mercado y el atribuido por el sujeto.
En cuanto a la objetivación, para Silverstone se expresa en la exhibición del objeto (nuevamente vale la pena destacar que el modelo de consumo que presenta está referido a cualquier mercancía, no sólo los medios y las TIC); es decir, está vinculada a cuestiones espaciales, en tanto que la incorporación se manifiesta en el uso, en particular las finalidades y las temporalidades. En ambos momentos, (objetivación e incorporación) el consumo reproduce/materializa las diferenciaciones de status, género y edad pre-existentes en el ámbito doméstico y social. Finalmente, la conversión es utilizada por Silverstone para referirse a las prácticas discursivas donde los objetos, los discursos y los sentidos que ellos transportan o de los que están investidos, son a su vez objeto de conversión y conversación; es decir, son utilizados para los intercambios con los demás, con el exterior, a la manera de una moneda.
Retomemos el momento de la apropiación. Como decíamos, Silverstone no se ocupa de manera específica de hacer operativa esta idea, más allá de la propiedad del objeto. Sin embargo, y esta es una interpretación nodal acerca de su planteo, del mismo modo que no se puede hablar de audiencias activas o pasivas frente a los medios y sus mensajes, no se puede afirmar que las personas se apropian o no se apropian de las tecnologías y sus significados. La apropiación existe, en diferentes grados, siempre que haya contacto (entendido como acceso material y/o simbólico) de una persona con el objeto.
Nuestra ponencia insiste acerca de dos condiciones de posibilidad: la disponibilidad y el acceso a una diversidad de dispositivos, medios y discursos por parte de una cada vez mayor cantidad de ciudadanos.
En una investigación concluida recientemente (Secyt, 2010-2011), a propósito del modo en que se vinculan los jóvenes de los sectores populares con los medios y las TIC, encontramos que, desde el punto de vista de la disponibilidad, si bien se ha ampliado la oferta -en particular en lo referido a TIC tales como celulares, PC e Internet-, el acceso a ellas es lo que presenta mayores dificultades para su efectivización en el actual escenario comunicacional. Además del acceso concreto, es decir el contacto y/o manipulación del medio, lo que aparece como gravemente deficitario es lo que hemos denominado acceso cognitivo, que alude a la posibilidad de representarse la existencia, utilidad y adopción del medio/tecnología comunicacional y de dimensionar los discursos que por ellos circulan como expresión de sujetos de poder y derecho.
Por otro lado, los jóvenes desconocen aspectos referidos a la historia, propiedad y características que hacen a la materialidad de los medios y TIC de los que son usuarios, lo cual les impide caracterizar estos objetos y medios en tanto inmersos en un campo de intereses políticos, económicos e ideológicos. A partir de allí, las otras dimensiones que caracterizan los procesos de apropiación mediática (competencia, elucidación, interacción, interactividad, uso y proyecto) se ven limitados, ya que la escasa exposición a la variedad de medios u otros dispositivos tecnológicos, la pobre producción de mensajes y discursos que los constituyan como emisores/productores, y la casi nula interacción entre pares que fortalezca comunidades culturales de interpretación, junto con la inexistente autopercepción de sus posicionamientos respecto de los medios y sus discursos, configuran un escenario poco propicio para la emergencia y/o consolidación de proyectos de acción colectiva que tengan a los dispositivos mediáticos como una herramienta potencial.
Este cuadro deficitario adquiere su importancia en el marco de la concepción a la que adherimos respecto de la comunicación en general, y es que ésta es un derecho humano, tal como se sostiene en la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, en su artículo 1°:
La actividad realizada por los servicios de comunicación audiovisual se considera una actividad de interés público, de carácter fundamental para el desarrollo sociocultural de la población por el que se exterioriza el derecho humano inalienable de expresar, recibir, difundir e investigar informaciones, ideas y opiniones. (Ley 26.522, 2009)
Como tal, “el Estado debe salvaguardar el derecho a la información, a la participación, preservación y desarrollo del Estado de Derecho, así como los valores de la libertad de expresión” (Art. 2°).
Sin embargo, por la naturaleza simbólica del objeto de este derecho (los intercambios comunicativos que la sociedad en su conjunto genera), la efectiva garantía del mismo supone la participación de diferentes actores sociales que ponen en juego heterogéneas actividades y el uso de diversos soportes que hacen posible esos intercambios: el Estado y la sociedad, a través de organizaciones con fines de lucro y sin fines de lucro.
Estamos, sin duda -si pensamos en la Argentina de la última década-, en un camino que se orienta hacia transformaciones culturales/mediáticas profundas, cuya expresión más contundente fue la sanción de la citada Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual (2009), pero también otras políticas públicas que se articulan con ella, como, por ejemplo, el Plan Conectar Igualdad (2010) y Mi TV Digital (2011). A grandes rasgos, la primera establece la reserva del 33% del espectro radioeléctrico a organizaciones sin fines de lucro y apunta a la desconcentración en la propiedad de los medios audiovisuales; por su parte, el Plan Conectar Igualdad propone -entre otros aspectos-, la provisión de netbooks a alumnos de escuelas públicas. Finalmente, el Plan Mi TV Digital incluye la provisión de decodificadores para la recepción de señales de TV digital en hogares vulnerables socio-económicamente. En conjunto, estas acciones tienden a revertir el proceso de concentración mediática, ampliar la diversidad de medios disponibles y universalizar el acceso a medios y tecnologías, tanto como a otros bienes culturales.
Sin embargo, entendemos que, muchas veces, la distancia que separa las políticas públicas con la cotidianeidad de los actores sociales a los que se supone destinatarios y a los que se pretende partícipes es tan amplia que obstaculiza la posibilidad de consolidación, en este caso, de la apropiación mediática tal como la hemos definido. Para que esta consolidación se concrete, repetimos, se imponen dos condiciones de posibilidad: la disponibilidad y el acceso a diversidad de dispositivos, medios y discursos por parte de una cada vez mayor cantidad de ciudadanos. Una precisión más acerca de estos dos términos, que aunque ya ha sido sugerido, vale la pena insistir: la disponibilidad no depende sólo de la existencia de una ley que asegure una licencia, sino la sostenibilidad de un medio/tecnología en el largo plazo; y el acceso que se propone no se refiere a la simple exposición a los medios, sino a los modos que poseen los ciudadanos de construirse como sujetos con derecho a recibir información fundamentada, veraz y diversa, y participar en su producción.
Cierre, o nueva apertura
Insistimos en que las condiciones de posibilidad de la apropiación deben ser estudiadas en función de la disponibilidad y acceso a una diversidad de medios, discursos y tecnologías. Esto implica que el foco no puede estar puesto sólo en la disponibilidad/acceso que ofrece el mercado en tanto actor clave en la distribución de sentidos hegemónicos, sino en el convencimiento de la necesidad de generar sentidos alternativos que circulen por los ámbitos en los que se generan y mutan las identidades, y que aborden la necesidad de la apropiación de la tecnología y los medios de comunicación en el sentido de un uso reflexivo y crítico.
En este sentido, las políticas orientadas al acceso (diverso e igualitario) son el primer paso, imprescindible, sobre el que hay que desplegar acciones orientadas a lo que hemos denominado y definido como la apropiación social de TIC y medios de comunicación.
Pero, si bien las políticas de acceso proponen un ideal democratizador, resulta necesario tener una mirada no ingenua y no desconocer el escenario de desigualdad sobre el que se asientan. El escenario de nuestros países latinoamericanos continúa mostrando brechas de disponibilidad y acceso a tecnologías y medios que están vinculadas con la infraestructura disponible, con el acceso a recursos y a redes y con las capacidades cognitivas de los individuos para apropiarse de los medios (Crovi Drueta, 2008:5).
Resulta entonces clave avanzar, a partir de las políticas públicas vigentes, en una apropiación que involucre a los sectores populares, fundamentalmente, en el espacio de la producción mediática, de modo de hacer visibles las particularidades de la cultura, la voz, la existencia misma de grupos, de sectores no hegemónicos que pugnan por tener un espacio de participación y de decisión en el por-venir de sus pueblos.
Queremos insistir en que la apropiación se aprende: se aprende qué son los medios y las máquinas, se aprende a manejarlas y a reflexionar sobre su papel en la sociedad, se aprende a tomar una posición en torno a los contenidos que circulan por las redes y los medios, y se aprende a comprender lo que pensamos, lo que piensan los otros, y al mismo tiempo se aprende a explicitar el porqué de lo que pensamos y lo que hacemos. Se aprende finalmente a imaginar y hacer posibles aquellos proyectos más adecuados para nuestra vida y la de nuestra comunidad.
Y en este sentido, tal como lo manifiesta Jesús Martín Barbero (2005), resulta clave el papel de la academia, en tanto generadora de conocimientos y espacio en el que se estimula el discurso crítico, y del estado, en tanto propiciador de políticas culturales.
Bibliografía
Crovi Druetta, D. (2008) “Dimensión social del acceso, uso y apropiación de las TIC” en Revista Contratexto Digital, Año 5, N° 6. Disponible en http://www.ulima.edu.pe/Revistas/contratexto/v6/Art%C3%ADculos/PDF/Dimensi%C3%B3n%20social%20del%20acceso,%20uso%20y%20apropiaci%C3%B3n%20de%20l as%20TIC.pdf
De Certeau, M. (1980): La invención de lo cotidiano. México: Universidad Iberoamericana.
Chartier, R.: (1996) El mundo como representación. Historia cultural: entre práctica y representación. Barcelona: Gedisa.
Chartier, R.: (1993) Libros, lecturas y lectores en la Edad Moderna. Madrid: Alianza.
Foucault, M. (1991): Saber y verdad. Madrid: La Piqueta.
Hall, S. (1980) «Codification/decodification» en Hall, S. et. Al (1980) Culture, media, languaje. London: Hutchinson & Co. And The Centre for Contemporary Cultural Studies. 1980. (Traducción de Roberto von Sprecher).
Loyola, M.I.: “Tecnología y Comunicación: transformaciones en la cultura” en Morales S. y Loyola, M. I. (2009) Los Jóvenes y las Tic. Apropiación y uso en educación. Córdoba: ECI.
Martín Barbero, J.; Ochoa Gautier, A. M. (2005) “Políticas de multiculturalidad y desubicaciones de lo popular” en Mato, D. (2005) Cultura, política y sociedad Perspectivas latinoamericanas. Buenos Aires: CLACSO, Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales. Pp. 181-197. Acceso al texto completo: http://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/ar/libros/grupos/mato/Barbero-OchoaGautier.rtf
Morley, D. (2008) Medios, modernidad y tecnología. Hacia una teoría interdisciplinaria de la cultura. Barcelona: Gedisa.
Morales, S. (2009) “La apropiación de TIC: una perspectiva” en Morales, S. y Loyola, M.I. (2009) Los jóvenes y las TIC. Apropiación y uso en educación. Córdoba: Ed. del autor.
Morales, S. (2010) “Televisión en Argentina y reforma legislativa sobre medios audiovisuales” en Meyer J.A. (coord.) Espacios públicos y agendas mediáticas en Iberoamércia. México: Red Académica Iberoamericana de Comunicación
Silverstone, R. (1996) Televisión y vida cotidiana. Buenos Aires: Gedisa.
Thompson, J. (1990) Ideología y cultura moderna. México: Universidad Autónoma Metropolitana
Cómo citar este artículo
Morales, S. y Loyola, M.I. (2014). Apropiación mediática: nuevas dimensiones de análisis para nuevos escenarios comunicacionales. En III Seminario Internacional Universidad, Sociedad y Estado. UNC, Córdoba, Argentina.